Tengo un amigo del Atleti

ALBERTO D. PRIETO

Tengo un amigo del Atleti y hoy es su cumpleaños. No puedo imaginar mejor regalo que el que le dio su equipo anoche. Para él que es del Atleti.

Dicen que puedes cambiar de país, de novia, hasta de marca de calzoncillos, pero que la ley del fútbol impide que jamás cambies de equipo. Sólo el Atleti ha logrado desafiarla, porque mi amigo fue vikingo antes que indio. Hace muchos años que vio la luz, como él dice, y en plena adolescencia se dejó adoptar por otro modo de sentirse futbolero. El Atleti, dice, no necesita ganar siempre; el Atleti se deja el alma por intentarlo cada día.

Así que anoche fue al Calderón, con dos de sus hijos, para bañarlos en el Jordán de un momento histórico: la primera clasificación para una semifinal de Copa de Europa en 40 años.

Tengo un amigo del Atleti, un converso, que ni habiendo nacido a rayas rojiblancas habría visto esto en su vida, porque hoy sólo sopla 39 velas. Pero el destino le tenía deparada una prueba aún mayor que su desafío a la ley del fútbol: la traición de uno de sus hijos.

«Mi pobre Ignacio me dice: ‘yo soy del Madrid porque mis amigos son del Madrid, pero me gustaría ser del Atleti, porque siempre ganan‘… ¡a ver cómo le explico yo esto!».

Anoche lo hiciste, amigo.

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