Años llevo diciendo que la idiocia alimentada en las pantallas y el embrutecimiento aplaudido en los papeles de esta sociedad llena de presumidos de su analfabetismo funcional con notas a pie de página, que de las otras ya nadie sabe porque es de clasistas suspender; advirtiendo de que la normalización del todo vale porque el rival también lo hace; gritando que llamar pícaro al ladrón, listo al estafador; insistiendo en que el hoy por ti y mañana por mí en que se ha convertido esta España de la libertad, la igualdad y la fraternidad en los fueros y los embustes; además de la mangancia cómplice de todos los yonquis del sistema, que ha tenido maná para calmarle el mono a todos ocupándoles la boca con mamandurrias a gogó; años llevo, digo, denunciando que así nos estábamos anestesiando y bajábamos la guardia. Y que una sociedad aletargada es caldo de cultivo para las bacterias de la demagogia y la solución fácil a gritos de ‘¡¡a ellos, los traidores!!’.
Por el sumidero nos vamos, la mierda nos aplasta. La hemos defecado nosotros.